Excelente a mi entender, lamentablente es una especie que se extiende a lo largo y a lo ancho de nuestro querido país.
Basta saber ver en distintas reuniones políticas para detectarlos al instante, existen en todos los partídos políticos.
Estará de moda la palabra Politólogo/a, cuidemos de ellos, es una plaga y a partir del 2007 tratarán de devorarse entre ellos.
Si alguien se sintio identificado, no ha sido mi intención, son solo personajes ficticios, de nuestra comedia nacional. sus
UNA RAZA EN FRANCO CRECIMIENTO
Por Carlos Schulmaister
Culpables de degradar el prestigio y la eficacia de la política, son considerados taimados, falsos, astutos, trepadores, ilusionistas, encantadores de serpientes, hipócritas, camiseteros, vividores y beneficiarios de la obsecuencia de diminutos servidores, asesores y lacayos; mediocres como ellos, dispuestos todos a vender la mitad de su conciencia al mejor postor y si el precio lo amerita la mitad restante. Para acceder al poder, mantenerse y consolidar sus posiciones e intereses personales, no trepidan en ser lamebotas del jefe sin violentar la regla de oro: primero ellos, después la secta, luego el partido y por último la Patria, y siempre leales, virtud que encarnan en proporción directa a la generosidad del jefe. ¡¿Qué son, fanáticos. ?! ¡Noooo..! Fanáticos de verdad son los otros, ¡los de abajo del palco! ¿Talentos o facultades especiales.? Nones: pensamiento regimentado; disponibilidad para la comparsa; movilidad satelital (alrededor del jefe); anticipación a sus deseos; rapidez para aplaudir y alabarlo; coraje para defenderlo ante quien sea porque “la política no es para los “pechos fríos” ni para los “perejiles”; etc. Más que ciencia, para ellos la política es arte, ¡Arte, arte! Artesanía. Del hartazgo de tanto politiquero ilustrado, de tanto fracaso y frustración, advino su generalizado rechazo y la opción por otros especímenes presuntamente incontaminados de codicia materialista, supuestamente mejores que aquellos. Desaparecido el cursus honorum aumentaron los politiqueros por inercia: los que no saben hacer nada pero siempre están, y a quienes igual hay que pagarles sueldos o dietas para no discriminarlos por. por. ¡¿por.?! Ni capacidades técnicas ni administrativas ni probadas evidencias de gestión. Ufanos universitarios de la calle, idóneos a priori sin prueba en contrario, a costa y cargo de la sociedad pero sin rectificación de errores cometidos. Nódulos enquistados, arribistas, langosteros y recienvenidos todo terreno, becarios permanentes hasta que aprendan a gobernar, después del próximo período. o sea, hasta jubilarse. Los incentiva el presupuesto estatal y la tajada, o sea, el llamado “costo de la política”, sesudamente estudiado por expertos buscadores del tope conveniente. Los oficialistas recomiendan maximizarlo para garantizar buena calidad de gestión, mientras la oposición se opone, a veces con resentimiento por haberse perdido tanta maravilla. Constituyen un subsector pesado de la burocracia estatal en el ámbito de la politiquería, ese espacio sustituto de la vida política institucional donde se procesa realmente la ciudadanía y la representación, escuela del oportunismo y la viveza criolla donde se compran, venden y cooptan almas, cerebros y manos. La cultura politiquera clausura el diálogo e introduce la negación del adversario, su ignorancia, el ninguneo y hasta la aniquilación según convenga en los hechos y el discurso. Ella enardece los reflejos defensivos de la tropa pues su moral debe sustentar el irrespeto hacia los otros, incapaces de nada bueno, corruptos y politiqueros, los buenos somos nosotros, sólo nuestra receta vale, sólo nuestros remedios curan, y los de ellos no sirven para nada. Las calidades politiqueras atribuyen rangos. El principal, el de la mesa chica, los históricos incorporados por arriba de a uno, en “paquetes” o en tandas; merituados por sus “históricos combates” o sus interesantes parentescos. Para ellos la permanencia, encumbramiento y protección de las “redes solidarias”. (para el caso de retiradas anticipadas); el desplazamiento a la capital provincial o a Buenos Aires para iniciar o proseguir carreras políticas donde se “corta el bacalao”. Y en la vejez, con abultadas jubilaciones y fojas de servicios a la vitrina de los bolas de de bronce del Partido. En segundo nivel los impresentables: camada indecorosa habitualmente en falsa escuadra, habituada a poner los pies en polvorosa, amparada en la sensible y piadosa “contención partidaria” que de máxima les ofrecerá una diputación por la sábana o un puesto de funcionario, y de mínima una suma mensual como supernumerario de algún senador o diputado nacional con aspiraciones. En el tercer nivel, en la base social, a mayores necesidades y urgencias mayores peleas por las migajas después de los premios mayores: los puestos municipales de planta permanente. Con tenacidad y obsecuencia el oficialista llegará, sobre todo en Patagonia donde el subempleo disfrazado funge como respuesta legítima a la escasa densidad demográfica. Mientras tanto, la sociedad -incluidos quienes miran la película por los MM- opina, legitima y apoya, desaprueba o rechaza las medidas de los politiqueros, se equivoca frecuentemente y resulta corresponsable de sus desaguisados tanto como de los correspondientes al sector político. Extendidas y diluidas las responsabilidades ninguno saldrá herido, ni su desempeño a macroescala será evaluado sino superficialmente. Como políticos virtuales, hacen como que gobiernan aunque sólo politiquean, y entre ellos se tratan con indulgencia corporativa: ¡si no se les pide a los grandes ni a los de arriba control de gestión ni relación de costo-beneficio. ¡por qué ensañarse con ellos!, reclaman sus parientes, ¡qué se gana con exigir a los Partidos y a los gobiernos garantías y salvaguardas de honestidad, transparencia y capacidad! Más fácil será buscar al candidato que anuncie que robará menos, o sólo lo imprescindible. Y entonces se lo vota y listo. Ésta es la Nueva Doctrina Popular Resignada. La alternativa, estimado lector, es luchar, arremangarse, ensuciarse los zapatos, transpirar como mínimo, alzar la voz y hacerse oír, denunciar, informarse y desconfiar de lo que lee, escucha y mira, discutir con sus compañeros, imaginar una salida, protestar todas las veces que haga falta sin dejar pasar ni una. Con que haga hasta ahí, después aparecerán las propuestas y las eventuales acciones, y entre ellas la expulsión definitiva de los politiqueros. De lo contrario, usted será corresponsable. En ese caso ya no denuncie. Será tarde nuevamente, e inútil.
Publicado el 06/11/06 23:36 Se lee en 4,97 minutos
IMPACTOSUR
1 comentario:
lo peor que nos puede pasar es pensar que todo esta perdido.
creo que esta calaña de gente apuesta justamente a eso a anular nuestra capacidad de reaccion.
por eso creo que el gran poder de cambiar toda esta mierda esta en nosotro, claro, cuando depongamos nuestras pequeñas mezquindades y pensemos en el bien de todos que es justamente el concepto de NACION
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