Gustavo Lazzari
Tras los sucesos de San Vicente donde facciones políticas se enfrentaron con violencia (golpes, piedras y disparos de armas de fuego) toda la atención se dirigió paradójicamente a la violencia en el fútbol.
La seguridad en los estadios de fútbol es provista de manera mas que ineficiente por la autoridad policial, contratada para cada partido por los clubes. Los clubes pagan por cada agente que la autoridad pública dictamina que tienen que contratar.
De esta manera se crea un sistema perverso. Cuanto mas inseguridad, mayor es la cantidad de agentes, por lo tanto, mayor recaudación.
En la Argentina el problema es la inseguridad en todos los ámbitos, no sólo en el fútbol. La cantidad de homicidios se triplicó en diez años, los robos son frecuentes y nuevas modalidades como el asesinato de ancianos y los secuestros aterran a la población.
En cuanto a la inseguridad en el fútbol, el gobierno opta por medidas ridículas e inútiles. Lejos de disminuir la violencia la incrementa. Desde prohibir determinado tamaño de banderas, los bombos y las banderas de palo hasta la reciente prohibición del acceso de los simpatizantes visitantes y no socios a los espectáculos.
Muchos dirigentes, íntimamente ligados a la administración K, están soñando en crear “un nuevo modelo de hincha”: el abonado. La intención es europerizar a los aficionados.En este, como en otros aspectos, se refleja un espíritu dictatorial y un profundo desconocimiento del problema.
En la Argentina, el fútbol no es un deporte, es una pasión. La esencia del fútbol argentino es la pasión, un sentimiento individual, subjetivo, e inexplicable.Los funcionarios deberían leer las banderas que la gente lleva a los estadios “un sentimiento inexplicable”, “una pasión descontrolada”, “la única droga que alegra mi vida”.
Deberían escuchar y sentir un cántico habitual, por demás ejemplificador “a mi no me interesa en qué cancha jugués, local o visitante yo te voy a ver, ni la muerte nos va a separar, desde el cielo te voy a alentar” . Técnicamente se pretende la aplicación de un modelo dictatorial socialista al fútbol. Así como los socialistas hablaban del “hombre nuevo”, Raúl Gámez (1), y otros referentes del Kirchnerismo hablan del “hincha nuevo”.Intentar cambiar la esencia es típico de dictadores.
El gobierno pretende, simpatizantes “sentados”, “silenciosos”, y que no rivaliden cánticos y pasiones con los adversarios. Pocas palabras pueden definir tal desatino. ¿política de la amargura?, ¿”pechos fríos” al poder?.El fútbol es una actividad privada. Es necesario sacar la política del fútbol. Es necesario privatizar la seguridad.
Que cada club contrate los agentes o las empresas necesarias para garantizar el orden. Es necesario también blindar los negocios del fútbol de la voracidad política. Ante un año electoral, es tentador coptar una caja de millones como lo es el fútbol. Lo mas importante es sin duda estar atentos al intento dictatorial de cambiar la esencia, de neutralizar una pasión. La amargura no puede ser políticamente legislada en detrimento del sentimiento de millones de hinchas condenados a ser espectadores de tribunas vacías.
Lejos de prohibir la pasión, debería prohibirse la ineficiencia.
(1) Raúl Gamez es dirigente del Club Velez Sarfield, y propuso oficialmente que en los partidos de fútbol solo haya simpatizantes locales.
fundación atlas
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