Para reconstruir la nación y la idea de patria es preciso ejercer la paternidad de manera responsable y vivir con entusiasmo los valores que deseamos nuestros hijos recuperen y hagan suyos.
En la antigüedad, “patria” era la tierra de los ancestros, los padres y los padres de sus padres. De hecho, “patria” y “pater” tienen la misma raíz etimológica. Esa tierra, la de los padres, había sido regada con sudor y defendida muchas veces con sangre, incluso con la propia vida.
Había tenido buenas y malas cosechas, pero fue creciendo y, contenidos por ella, crecieron los hijos. El amor por esa tierra no era otra cosa que el reconocimiento y la identificación con el sacrificio, el esfuerzo y los valores de los padres, y esa patria los representaba en su conjunto. Por esos valores, no por la tierra misma, valía la pena dar la vida. Esa admiración y deseo de imitación hacia los mayores impulsaba hacia adelante el progreso de un pueblo y lo convertía en proyecto de nación (lugar donde uno nació, por ende, donde moraban nuestros padres
Hoy, las nuevas generaciones no encuentran en los adultos referentes que los entusiasmen. No ven coherencia, búsqueda de trascendencia, espíritu de superación personal, alegre solidaridad, la satisfacción del deber cumplido, la felicidad alcanzada con esfuerzo.
Su desilusión con los padres, propia de los adolescentes, se ve reflejada en su desilusión con el país, con la patria. Los que somos ya adultos nos quejamos de la falta de participación ciudadana de los más jóvenes, del desinterés por cambiar nuestra desprestigiada política, de la apatía y el descuido de los espacios comunes. Pero, mientras tanto, nos comportamos nosotros mismos con desgano y desinterés por el otro y los otros.
Nos hemos convertido, entre todos, en una sociedad adolescente, una comunidad sin referentes, con ausencia de padres. Les pedimos que vuelvan a ocuparse de la patria, pero esto solo será posible si volvemos a ocuparnos nosotros de ser adultos dignos de ser imitados, si volvemos a ser verdaderos y auténticos padres.
De nuestros cambios saldrán los de ellos. Del modelo de adultos que dejemos nosotros surgirá el interés de hacerse cargo, ya no como la tierra de papá y mamá, sino como propia, como mía, como aquella huella que yo quiero dejarles a mis hijos, y a los hijos de mis hijos.
Ejerciendo la paternidad de manera responsable se reconstruye la patria. Viviendo con entusiasmo los valores de siempre encarnados en el mundo de hoy se levanta la bandera de nuestros antepasados, con el orgullo de pasarla de generación en generación y abriendo entonces los valores al mundo de mañana. Cuando los padres asumamos nuestra identidad y nuestra responsabilidad social, los hijos asumirán y construirán la patria, no con los valores que les contamos, sino con los valores que nos vieron vivir. © www.economiaparatodos.com.ar
Eduardo Cazenave es rector general del Colegio San Juan el Precursor y miembro del equipo de profesionales de la Fundación Proyecto Padres (www.proyectopadres.org.).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario