Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes solo necesitan saber a dónde van. José Ingenieros

viernes, enero 12, 2007

Chicos con la vida a la intemperie

Creo que de a poco se va tomando conciencia de cual es la cuna
de todos los males.
En una nota aparecida en el diário Clarin dos Directores de Escuela, dejan
en claro el grave problema de nuestra adolescencia.

Chicos con la vida a la intemperie

Gabriela Farrán y Néstor Abramovich*

El 27 de diciembre sonó la alarma desde la tapa de Clarín: la Argentina lidera el consumo de cocaína en las secundarias.Imposible hacer oídos sordos a una nota que presentaba un estudio comparativo realizado por organismos de la ONU y de la OEA y daba cuenta de un incremento del 170% en el consumo de cocaína y del 200% de paco entre escolares argentinos.Acierta el ministro Filmus cuando dice que no se puede cargar todo ese peso en el sistema educativo: se trata de adolescentes, de sujetos que son mucho más que alumnos, que tienen una vida que incluye —y no siempre— a la escuela. La escuela tiene una cuota parte de responsabilidad aunque las drogas se consuman fuera de sus paredes. Si no logra involucrar a los chicos en un mundo de crecimiento en conexión con la vida, la creatividad y el pensamiento, la escuela aporta a un vacío de experiencias que los jóvenes buscan llenar con lo que pueden. Según datos del estudio, un 2,5% del estudiantado secundario consume cocaína. Un solo pibe sería suficiente para obligarnos a pensar. Si en lugar de preguntarles si consumieron cocaína o paco les preguntamos por sus realidades con disposición a escuchar, nos vamos a encontrar con el problema real: el modo de vida que impone nuestra época los deja a la intemperie. Pibes de shopping, de country, de cyber, de esquina, de villa o en banda: todos seducidos por una nada disfrazada de consumo cuya evanescencia lleva a querer más; nada asienta, transforma ni aporta. ¿Entonces qué? ¿Mil campañas de prevención y operativos de control?
Lo que abunda no daña pero tampoco resuelve. El consumo adictivo está en la lógica misma del sistema. Los educadores no podemos neutralizarlo en su totalidad, pero sí promover acciones y micropolíticas alternativas.Se trata de abrir el juego también en las escuelas; aceptar que los adultos no estamos afuera del problema y que no sabemos de antemano qué es lo que se debe hacer. Apenas podemos -quizá- crear lazos de confianza, lo que no es poco. Y hablar y escuchar abiertamente sin moralinas condenatorias.Y algo más importante: poner a disposición de los chicos oportunidades y experiencias que, a diferencia de cualquier consumo, les permitan ser plenos aquí y ahora. La mejor manera de construir un porvenir.*ESPECIALISTAS EN EDUCACION, DIRECTORES DEL COLEGIO DE LA CIUDAD

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