Por Tomas Abraham 27.09.2008
El otro día la Presidenta, antes de partir para los EE.UU., les decía a los del “Norte” que dejen de dar recetas cuando ni siquiera saben arreglar sus problemas en casa. Afirmaba estar orgullosa de ser doblemente del Sur, viene del sur del sur, a la vez que encomiaba nuestro modelo de acumulación, ahorro y desarrollo que “humildemente” construyó día a día con su esposo Néstor.
Finalmente, después de insistir en un recinto casi vacío de las Naciones Unidas en que los jerarcas del Primer Mundo no hacen más que comer lo mismo que segregaron y de bautizar la crisis nórdica de “efecto jazz” (mal elegida la ironía, es un efecto ketchup), confiesa no desearle mal a nadie. Doble mensaje, doble sentido y no sólo doble sur.
Lejos de querer anotarme en la monótona lista de los que critican al oficialismo, no deja, sin embargo, de llamarme la atención el desastre comunicacional en el que se ve hundido este Gobierno.
Aníbal Fernández embanderado como comunicador en jefe, luego de denunciar a troskistas pirómanos y asegurar que tiene las fotos que lo prueban, está excitado gritando que Antonini es un mequetrefe a sueldo, esta vez de otros. Al menos su desconcierto es sincero y evidente.
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