Homosexualismo abierto, ni novedoso ni moderno
JOSÉ BRECHNER
Toda persona tiene derecho a hacer con su mente, con su cuerpo y con su vida, lo que mejor le parezca, siempre y cuando no haga daño a los demás. Esa es la base de la libertad individual.
Un ser racional y decente, ni siquiera debería necesitar de nadie que lo gobierne. Pero sin autoridad ni leyes caeríamos en la anarquía y no faltaría aquél que se aprovecharía de los otros. Por lo tanto, tiene que haber un marco de contención inteligente para la convivencia social que ponga límites a los excesos.
Las normas de vida moral que han dado origen a la civilización occidental, se fundan en principios de la tradición judeocristiana que siguen siendo los más atinados, sólidos y duraderos que ha conocido la humanidad.
La vida civilizada comenzó cuando la mujer dejó de ser promiscua, eligió un solo hombre como acompañante sexual, y éste asumió su responsabilidad paterna al saber que el hijo que nació de su semilla le pertenece. Así nació el matrimonio y la institución familiar.
Como si faltasen problemas más importantes que atender, Occidente se encuentra hoy en controvertido dilema con la legalización de los matrimonios homosexuales.
La homosexualidad, hasta hace algo más de 30 años, era considerada una neurosis, pero por razones más políticas que científicas, los psicólogos decidieron que dejó de ser una enfermedad mental para pasar a ser una preferencia sexual. De ahí en adelante los homosexuales salieron del closet y empezaron a mostrarse libremente, buscando y recibiendo la aceptación de sus congéneres heterosexuales.
Los homosexuales vieron que se les abría una amplia puerta de asentimiento y aprovecharon para organizarse políticamente bajo el “Movimiento Gay”, aduciendo que eran discriminados.
Que fueron perseguidos y estigmatizados es verdad. Sin embargo, en épocas modernas, el homosexualismo, por regla general, fue discretamente tolerado antes que reprimido.
Que personas adultas hagan lo que deseen a puertas cerradas, es problema de cada uno. Pero institucionalizar las relaciones homosexuales, por ser una “preferencia”, es abusar de la corrección política.
El argumento más fuerte y según los homosexuales, el más sólido para justificar su comportamiento, es que la homosexualidad es natural; dicen que vinieron al mundo con esa tendencia. En ciertos casos es verdad, pero no en la mayoría. Sino no se hubiese puesto de moda en diversas épocas y lugares.
La naturaleza terrestre tiende a la vida, y para que haya vida debe haber procreación. Las plantas como los animales buscan la perpetuación de su especie.
Una abeja que lleva el polen de una flor a otra para que ésta germine, está llevando la semilla del macho a la hembra. No puede haber procreación sin macho y hembra.
Si todos los homosexuales se van a vivir a una isla, al cabo de tres generaciones habrán desaparecido de la faz de la tierra. Por lo tanto la homosexualidad no es natural. No es vida, sino muerte.
El Congreso Argentino entró en debate por la aprobación del matrimonio homosexual, de igual forma que está sucediendo en Estados Unidos y otros países. Sus defensores se creen modernos, como si trataran algo novedoso. Parece que no se enteraron de la historia de Grecia, Roma, Sodoma y Gomorra.
En Grecia la práctica homosexual más común era entre hombres adultos y jóvenes adolescentes: la pederastia.
Inicialmente los romanos condenaron ese comportamiento considerándolo degenerado, pero con el tiempo fue adoptado por su cultura bajo el Emperador Adriano que era admirador de los helenos. Llegó a su zenit bajo el decadente gobierno de Cómodo (177-192) que llevó a Roma a su peor crisis desde Calígula y Nerón.
La historia de Sodoma y Gomorra es conocida por todos.
Cuando un niño ve a dos hombres besándose y acariciándose en público, en un acto socialmente aceptado, le crea conflictos de identidad, y lo más probable es que busque su primera experiencia sexual con su amiguito, o amigote. ¿Es eso lo que desean los legisladores de sus hijos?
En los países de habla inglesa el problema es mayor, porque la palabra “gay” significa “divertido”. Haciendo más tentadora la aventura. ¿Si es divertido y legal, por qué no intentarlo?
Si se legaliza el matrimonio homosexual, Pedro y Carlos pasarán a constituir una institución familiar, destruyendo el concepto tradicional de papá y mamá. Los programas de TV, mostrarán, como ya viene sucediendo, los “matrimonios alternativos” como forma “natural” de convivencia.
Los homosexuales tienen derecho a practicar su estilo de vida entre ellos, privadamente, pero no tienen derecho a institucionalizarlo, e imponérnoslo a los demás.
La historia es repetitiva e infalible. Cuando todo vale, nada vale. Ninguna civilización ha sobrevivido al homosexualismo abierto.
www.josebrechner.com
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